De primera expulsada a llenar estadios: el viaje de Lola Índigo
Más de 150.000 personas han sido testigos de un espectáculo que es ya parte de la historia del pop español: Lola Índigo hace suyo el Metropolitano, La Cartuja y el Olímpic en un show dividido en tres eras - La Bruja, La Niña y El Dragón
Lola Índigo ha hecho historia. Lo que empezó como un concierto único en el Santiago Bernabéu acabó transformándose, tras las trabas burocráticas y las quejas por el ruido, en una gira de estadios que ha llevado a Mimi a conquistar tres ciudades: Madrid, Sevilla y Barcelona. A veces, las piedras en el camino sirven para impulsarte aún más lejos.
Bajo el nombre La Bruja, La Niña y El Dragón, la artista granadina ha diseñado un show dividido en tres capítulos, uno por cada etapa de su carrera. Más de 150.000 personas han sido testigo de un viaje visual, emocional y musical donde Lola ha demostrado por qué está en la cima del pop español. En todos los conciertos, sin teloneros al uso, optó por sorprender con una sesión previa muy especial: Lola Índigo DJ, un vídeo editado con mimo en el que pinchaba sus temas favoritos para calentar motores, con cambios de look, coreos y toda su esencia. En Barcelona, además, la fiesta arrancó con Bresh y directos de artistas como Suzete y Salma.
Pero este tour también ha sido una declaración. A Lola Índigo se le ha cuestionado por ser bailarina, por venir de un talent, por hacer pop, reguetón o lo que le dé la gana. Lleva años aguantando críticas por atreverse a ocupar un espacio que, en muchas ocasiones, parece reservado para otros. En una industria que sigue exigiendo más a las mujeres que a los hombres, Mimi es un ejemplo de constancia, esfuerzo y visión. Ha tenido que demostrar el doble para llegar hasta aquí, y aún así, cuesta que se le reconozca como lo que ya es: una de las artistas más potentes, trabajadoras y completas del país.
Y vaya si lo ha demostrado.
Madrid, Sevilla y Barcelona no han sido solo paradas en un tour, han sido estaciones de un viaje que Lola Índigo llevaba toda la vida soñando. Y aunque el show tenía la misma estructura en cada ciudad, cada estadio vivió su propia historia, con su gente, sus lágrimas y sus momentos que se quedan pegados en la memoria.
La gira arrancó en
Madrid, en un Metropolitano que vibraba antes incluso de que Mimi pisara la pasarela. Para muchos, esa noche era un “por fin”. Por fin llegaba ese concierto que llevaba tanto tiempo preparando, por fin Lola se subía a un escenario de estadio, por fin tocaba celebrar todo lo que ha conseguido con su público. Fue una noche de fuego y coreografías imposibles, de recorrer cada etapa de su carrera mientras 65.000 personas cantaban cada palabra, desde Ya no quiero na hasta La Reina. Y fue también una noche de abrazos invisibles, de recuerdos a Triana en Sin autotune, de lágrimas contenidas mientras hablaba de todo lo que le costó llegar ahí y de lo afortunada que se sentía de vivir ese momento. Porque sí, Lola Índigo ha currado muchísimo para llegar a llenar un estadio y se notó en cada detalle, en cada paso de baile y en cada palabra de agradecimiento. Y aunque hubo invitados de lujo, como
TINI, Belén Aguilera
o Paulo Londra, el mayor invitado esa noche fue el propio público, que rugía cada vez que Mimi se paraba a respirar y mirar a su alrededor como diciendo: “Ha llegado el día, estamos aquí, y lo estamos viviendo contigo”.

En Sevilla, el calor de La Cartuja sumó al de la propia Lola y el público. Fue una noche que se sintió como un homenaje a la música y al verano, con el Día Europeo de la Música y el solsticio dándole un extra de magia. Allí, el bloque de GRX se sintió especialmente emotivo, con José del Tomate y un público que pidió a gritos el Himno de Andalucía mientras Lola sacaba pecho de sus raíces. Pero Sevilla también fue noche de compartir escenario con amigos que han estado con Mimi desde el principio: RVFV apareció para soltar su verso en Trendy y quedarse para Casanova y Romeo y Julieta, Sara de las Chuches se unió en El Pantalón y Nena Daconte emocionó a todos con Tenía tanto que darte, esa canción que marcó a Lola y que esa noche se sintió más especial que nunca. El estadio se llenó de rosa con La Niña de la Escuela, de fuego con El Dragón y de risas cuando Mimi hablaba de cuerpos reales, de TikTok, de quererse tal y como una es, de comerse una hamburguesa y seguir bailando sin pedir perdón por tener un cuerpo que se mueve. Sevilla tuvo ese punto de cercanía, de Lola bajando la barrera entre artista y público, de hablar claro y de convertir cada canción en una fiesta compartida. Y se notó que allí, en casa, entre palmas, calor y fuegos artificiales, Lola estaba disfrutando cada segundo, porque al final, cuando una sueña con algo tan grande, el mejor premio es sentir que estás en el lugar correcto.

Y luego llegó Barcelona, el cierre de una gira que, más que un show, ha sido una declaración de intenciones. El Estadi Olímpic se llenó de purpurina, de niñas con pancartas, de madres que cantaban con sus hijas y de un público que estaba allí desde las cinco de la tarde porque sabía que esa noche iba a ser histórica. Y lo fue. Desde el momento en el que Lola apareció sobre una plataforma rodeada de fuego, quedó claro que era una celebración de todo lo que ha construido: un espectáculo enorme, sí, pero también humano y de verdad. Barcelona tuvo momentos de película: Estopa cantando Tu calorro, David Bisbal y Bulería con Mimi emocionada, Quevedo saliendo de un huevo gigante para El Tonto, Cali & El Dandee con Yo te esperaré… Fue un no parar de emociones, de saltos, de lágrimas, de discursos sobre salud mental, sobre orgullo LGTBIQ+, sobre seguir soñando aunque te digan que no puedes.
Lo de Lola Índigo no ha sido suerte. Ha sido trabajo, constancia y mucha fe. Ha sido aguantar críticas, prejuicios y puertas cerradas. Ser mujer en esta industria no es fácil, y menos si vienes de un talent show donde fuiste la primera expulsada. Pero ella no ha parado. Se ha reinventado, ha currado sin parar, y ha llegado aquí: a llenar estadios, a emocionar, a romper techos que muchas ni soñaban rozar.
Este tour no ha sido perfecto. Y por eso ha sido real. Porque la historia de Mimi no es de cuento, es de esfuerzo. Y hoy, más que nunca, está donde merece estar. Arriba. Con su gente. Y brillando como la estrella que es.








