Riverland 2025: trap, caos y noches que se sienten
Camping, río y DJ sets hasta el amanecer: Riverland volvió a demostrar que es mucho más que conciertos
Arriondas no parecía Arriondas durante el fin de semana del 22 al 25 de agosto. El río Sella y sus calles se convirtieron en la antesala de algo que iba a pasar más allá de los escenarios. No era solo un festival, era todo lo que pasa mientras esperas que suene la primera canción: gente bañándose en el río, risas, charlas con desconocidos que acaban siendo amigos del festival, y la sensación de que los días se van a estirar hasta que salga el sol.
Durante el día todo parecía pausado. La gente se refrescaba en el río, paseaba por el pueblo, buscaba sombra en terrazas. Pero al caer la tarde todo cambiaba. A partir de las ocho, el recinto abría sus puertas y el aire se llenaba de luces y expectación. Antes de que sonara la música, el río era el punto de encuentro: conversaciones sobre lo que pasó la noche anterior, risas, bromas sobre quién había quedado dormido en la carpa. El camping no era menos importante: tiendas de campaña convertidas en pequeños refugios, desayunos tardíos, altavoces portátiles compartiendo lo último del trap. Había una especie de comunidad paralela que hacía que el festival empezara antes incluso de que comenzara el primer concierto.
El viernes, Judeline arrancó la edición con un concierto que era mucho más que canciones. Había gente que había viajado solo para verla y se notaba en cómo seguían cada gesto, cada mirada suya. Su bailarín acompañaba cada tema y la química que tenía con el público era palpable: no hacía falta más para que todo el mundo se quedara en silencio unos segundos, disfrutando. Después llegó Ralphie, y la cosa cambió de golpe: cuando sonaron "Voy con todo", "Gata" o "Máquina culona" el recinto parecía moverse al mismo tiempo. Ralphie Choo también tuvo su momento, subió y todo el mundo lo reconocía, lo coreaba, lo señalaba. Y cuando Selecta cerró con su set, había gente que ya no podía más de pie, pero nadie se iba: sabías que eso era solo el principio.
El sábado empezó con Rusowsky y su "Daisy". Todo el público cantando, gritando, y al final, ese beso con Ralphie que de repente apareció en pantalla en todos los teléfonos. MDA arrancó su set con energía hasta que, veinte minutos después, se cayó en medio del escenario. Fue un instante raro: todos nos quedamos callados, y luego empezó la ola de aplausos que lo hizo levantarse. Al día siguiente volvió y acabó el concierto entero, con un público que ya sabía lo que había pasado. El Virtual y MVRK siguieron manteniendo la tensión y la fiesta del público, y luego llegó la locura: BB Trickz subió al escenario de Metrika, le arrebató el micro y empezó un enfrentamiento que dejó a todos en shock. Agua, empujones, gritos… y mientras todo eso pasaba, Metrika volvió y terminó su show como si nada, pero con todos atentos, comentando y grabando cada segundo. Esa noche quedó grabada no solo por las canciones, sino por todo lo que pasó entre ellas.
El domingo fue el broche que cerró el festival. Yung Beef subió y no paró: "Llorando en el club", "Malvada" y todos los hits sonando mientras el público cantaba cada palabra. Sticky M.A. lo siguió con un directo sólido y sin pausa, y los DJs que cerraron la jornada, entre ellos Las Verdunch, Sneky WHY y Virtual Flavor, no dejaron que nadie bajara la guardia hasta que el sol apareció.
Pero Riverland no son solo conciertos. Es el río donde te refrescas, las calles donde caminas con tu grupo, el camping donde conoces gente nueva y los amaneceres que te recuerdan que llevas tres días sin parar. Es el lugar donde cada artista tiene su momento y donde la música se siente colectiva, entre risas, historias y esas cosas que se cuentan después como anécdotas del festival.



